Sofía Morante viene de 1996 y de un lugar sin playa, pero vomitó bajo el sol de la Costa Azul hace dos años aquellas palabras que de su boca habían sido censuradas, confeccionando una novela para reconciliarse con ella misma:
Retrouvailles: la fragilidad de los reencuentros
Desde entonces, ha vuelto a la superficie de un barco madrileño donde constantemente se marea por el vaivén de olas inexistentes. En ella encuentras el mar de un alma alada y el punto geográfico exacto donde se originan los naufragios y se habilitan los salvavidas. Vive a destiempos, pero practica a diario cómo continuar siendo impenetrable.
Ella no se aleja, sólo se deja suceder. Es una guerra inacabada entre la tres mujeres que la definen y la que quiere llegar a ser y lo exterioriza.
Para ella, la poesía es aquel huir y llegarse. La revela a sí misma, la desnuda ante la vida con sutileza para oxigenarla. En ella siempre derrama hasta manchar la parte invisible del iceberg que es su alma. La poesía es su paraíso fiscal.
Una vez leyó que entre cemento no existía poesía. Ella garantizó que en Madrid había una grieta y lo consagró como asilo.