Poesías de Manu Malatesta

PRINCESAS CANALLAS
Las princesas canallas
nacen con permiso para conducir unicornios,
bailan bajo una lluvia de estrellas,
se condenan con guillotinas de azúcar
para morir en un poema de una autora
que aún no conocen.

Las princesas canallas
forman parte de un aquelarre
que confabula para crear un mundo sin hombres,
aunque siempre encuentren un lugar para su padre.

Ellas no necesitan a nadie,
el tiempo les enseñó a columpiar las penas
y solo te meten en su vida
si paras el columpio,
bajas las penas, las subes a ellas
y empujas muy alto.
Las princesas canallas
no cambian su voz por unas piernas.

Para despertarse no necesitan un beso,
les vale con ocho alarmas,
una cada cinco minutos.

Las princesas canallas
odian a Hércules y aman a Hades,
porque solo uno de los dos
fue capaz de amar la primavera
cuando aún era invierno.

A estas princesas
no hay dragón que las custodie,
el último que intentó hacerlo
acabó a las 3 de la mañana
cambiando los tacones por manoletinas
a ritmo de reguetón.

Las princesas canallas
identifican perfectamente a una de las suyas
y forman alianzas temporales
en el baño de cualquier antro.
Tienen un cajón de recambios
por si el exceso de ilusión rompe
alguna pieza de ese amasijo oxidado
de tiritas y tornillos pasados de rosca
que tienen por corazón.
Si el golpe es tan fuerte
que se rompe entero
saben volverlo a montar

dejando en el suelo
las piezas que sobran.

Las princesas canallas
no siempre estuvieron solas,
tuvieron un príncipe, un cerdo o ambas cosas,
por el que a veces maldicen o suspiran
pero ya no lloran.

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