Punto de partida
Días que terminan siendo
mitad invierno,
mitad verano.
Épocas en que las nubes
se quedan atrapadas entre los tejados,
y el sol a duras penas consigue
colar un rayo entre tus persianas.
Hasta que termina el sueño,
que baila
inocente e incansable,
algún ritmo inconfundible con sabor a ti,
a nada.
Podría buscarte en cualquier parte.
Podría seguir tus pistas falsas
hacia ese lugar en el que te escondes
desde hace ya tiempo.
Podría enviarte señales de humo,
un mensaje en clave;
insultarte en código morse,
apropiarme de algún faro,
o de cualquier otra luz que nos recuerde a algo,
e iluminarte el camino hasta mi desvío.
Podría hacer cualquier cosa,
si realmente creyera
que quieres encontrarme.
Ataque de corazón
Ahorcarme,
estrangularme,
envenenarme.
Emborracharme hasta morir,
ahogarme en vómitos.
Corromperme tragando una bala
(porque no hiere quien quiere,
sino quien sabe colarse dentro).
Abrazarme al fondo del acantilado.
pervertirme con suspiros,
contagiarme con lágrimas
de cualquier enfermedad por contacto.
Anestesiarme con narcóticos para sinvergüenzas.
Cavar una tumba en cualquier esquina del océano,
esperar sobre las vías la llegada del próximo tren.
Clavarme en el corazón las agujas del reloj.
Hundirme en un mar de dudas.
asfixiarme con un mechón de tu pelo.
Olvidarte,
dejar que me olvides.
Guardar con sangre tu nombre en mis venas,
sufrir,
agonizar,
ignorar el dolor de la carne.
Volver a buscarte,
sabiendo sin duda
que estarás ahí,
esperando para rematarme.