POESÍAS DE JOAQUÍN MARTINELLI

Estábamos ensimismados ante el paisaje,
natural, alejado de postales,
solo la vida pasando ante nuestros ojos,
nuestros pasos sobre adoquines viejos
como palabras torcidas sobre renglones rectos.
Habría dado igual cambiar París por Cádiz,
la ciudad por el monte
o nuestros sueños por los de otros;
la vida no era de nadie, nosotros tampoco.
Los alfileres sujetaban ese atardecer perpetuo
donde decidimos quedarnos atrapados,
haciendo palacio de una habitación sucia
y vuelo de nuestro abandono en tierra.
Entrelazando nuestras manos
como la primera vez que nos vimos,
sabiendo que en Madrid las cosas serían distintas,
mintiéndonos una vez más,
brindando el último para siempre a esa noche eterna.
Un beso mudo, una mirada ciega,
un sueño encarcelado en la moqueta del hostal,
un «te quiero» a la espera del servicio de habitaciones.

REUNIÓN
Un hilo de tinta negra
resbala sobre el papel.
Suena una canción:
me acuerdo de ti,
me cago en tus muertos.
En mi cabeza están reunidos:
Miller,
Baudelaire,
Lorca,
Bukowski,
Pessoa
y Félix Grande.
También escuchan Extremoduro.
Debaten sobre
el amor,
la vida,
el desprecio
y la locura.
Están en lugares y estados diversos
desde la tabaquería
al lugar donde nunca has de regresar,

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