POESÍAS DE MACA SOTOVOCCE

Todas las palabras de este libro ya estabanLibro de poesía Maca Sotovocce. Editoriales de poesía

ahí; esparcidas por las calles que nos atraviesan,

esculpidas en todos los idiomas que me habitaron,

olvidadas en las orillas de las que los gigantes se

adueñaron. Solo me quedé un rato más mirando

y me las llevé a casa a media noche.

Esto son solo algunas anotaciones de cómo

construirse un camino con frases, de cómo sacarse

de la manga algunos puentes levantados letra a letra

para cuando haga falta cruzar(nos) por dentro

o emprender una huida hacia adelante.

Fúndete sin miedo con cada momento

del camino, porque no es cierto eso

de que dejemos miguitas para volver.

 

Todo empezó en Cabra, un pequeño gran

pueblo cordobés,

al que le debo todos los pasos que nunca di.

Y con lo que yo tropiezo,

que me enseñara a esquivar la niebla

de tantas maneras,

es algo que no voy a saber devolverle nunca.

El poblado es la niñez,

la niñez como sábana antibalas,

la niñez como poema infinito,

la niñez llamando a la puerta, baja:

y me hago un Benjamin Button

contigo.

 

GRANADA

 

Las estrellas nos alhambran al pasar

Supersubmarina

Granada es un suelo empedrado de sueños, un oasis

de techo blanco que siempre te encuentra. Granada es un

«aquí te pillo»… aquí me quedo. Allí empecé a besar a los

espejos sin devolverles la mirada.

La ciudad de las penas con tapa y solecito, donde hacerse

mayor es un juego. Donde compartí balcón con vistas

al río con la niña que tiene la selva en los ojos. Aún

seguimos saliendo de safari.

La madrugada me desata el final,

la noche el principio…

 

HER

Un día la voy a encontrar por ahí,

tiene el pelo claro y un desastre en el alma,

estará pataleando cualquier charco

y creciendo hacia atrás.

Me mirará a los ojos como si yo no estuviera,

y eso, seguro que me enganchará.

Puede que no sea exactamente esa,

sino otra que cruza a su lado,

a la que utilice de anteojos

del futuro.

Esa que lleva el The end de la peli

como pulsera,

y mil gatos maullando

al final de su espalda,

donde absolutamente todos,

enterramos la bandera.

Seguro que tropiezo a su alrededor

y dispara.

Seguro que le pasa a cualquiera.

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