El calor que recorre
por la almohada
y tú
que ríes en plena
calle, caes.
Y yo
que retumbo en
las dorsales
duelo, como duelen
las resacas.
Creo,
como se cree
en los estigmas
y tú, que piensas
en el blanco
como las marionetas
que respiran
de otros
y yo, que no te
doy aire,
pienso, como
piensan los puntos:
en suspensivo.
. . .
Escribir en línea recta
—digo—
hace crecer la devastación de las manos.
Nunca uso la recalificación de terrenos
para marcar mi cuerpo.
Vivo con la libertad entre las pupilas
y las ganas de caminar
entre las costillas.
Las canciones bailan
al son de las voces
de los que cantan
a la realidad
de las hemorragias.
Y huyo de las malas vibraciones
de las pistolas
de aquellos
que más que luchar
rematan las espigas.