III
¿Y si el cerebro es una galaxia
y sus neuronas, constelaciones?
¿Y si los números son dioses,
no solo conceptos y abstracciones?
¿Y si el amor, la muerte
y la soledad son ecuaciones?
¿Y si hay algo más?
¿Y si la mente y el universo son Uno?
¿Y si el Estado es el arquetipo Padre
y los cambios sociales son rebeldía
adolescente y la policía secreta
mecanismos de defensa que
reprimen emociones inaceptables?
¿Y si los coches son glóbulos rojos
en el sistema circulatorio de la ciudad?
¿Y si el que mira desde el espejo no soy Yo,
sino Otro en un mundo paralelo donde
todo es casi igual?
¿Y si las imágenes son ondas de luz
descompuestas y reconstruidas por
tu cerebro individual?
¿Y si las alucinaciones son justo
lo que la persona necesita decir
pero acostumbra a callar?
¿Y si los pogos son átomos
y los punkis electrones?
¿Y si los planetas son familia
y los eclipses discusiones?
¿Y si todo es proceso?
¿Y si todo es sistema?
¿Y si todo es fractal
de fractal de fractal
y resulta que sí?
Que el universo y la mente son unidad
y la dualidad un drama inevitable
y el Yin y El Yang y la Santísima Trinidad
son intentos de cuantificar el número de variables
fluctuantes en los ríos subterráneos del alma
y su esencia.
¿Y si el Universo comenzó en tu cerebro?
¿Y si un impulso profundo te hizo decidir
que querías existir y voluntariamente te creaste,
arrancaste un fragmento de voluntad y otro de poder,
los bautizaste como hombre y mujer, como Dios,
como Big Bang, como eyaculación y orgasmo
y rasgaste La Nada para atravesar la realidad?
Abrir los ojos y el parto
fueron solo un teatro,
una excusa, una circunstancia
provisional para crear un mundo
donde instaurarte como individuo humano.
¿Y si dicho mundo pasó también
ese proceso a nivel macro
y la vida solo es un simulacro,
una escama del Lagarto Santo,
una pincelada en el cuadro de los años
tomados como referente arbitrario
para calcular a dónde vamos según el baile de los Astros,
olvidando que el Sol querrá suicidarse en un rato
y tendremos que mudarnos de nuevo a la inexistencia,
reinventarnos como formas de vida sin base de carbono?
¿Y si la pescadilla que se muerde la cola
a sí misma se devora pero se insemina?
¿Y si la rueda que es La Serpiente,
que es la Vida y es La Muerte,
gira y gira, gira y gira?
Entonces, estás solo,
condenado a este baile sin ritmo con el destino.
Quizás ahí se esconde la libertad y da igual qué elijes,
porque solo tienes la certeza (y no mucha) de estar vivo.
Prueba a mirarte en el espejo y decir:
«Encantando de conocerte, Dios.
Encantando de conocerte, Universo.
Encantando de conocerte, Yo».
IV
La poesía es una prótesis autófaga
que me permite seguir viviendo
al mismo tiempo que me devora.
Cáncer, Leviatán, Jinete del Apocalipsis,
envuelve los parámetros de la realidad
como la vieja serpiente de las nieves.
Moriré en su cálida asfixia sin haber
encontrado otro amor tóxico
merecedor de sangrar mi psiquis.
Esta es mi celda con vistas al abismo.
Los lobos arrancan trozos de madera
y no cambiaría por nada este cuerpo de aire,
por ningún dulce infierno o castillo de cemento.
Estoy deseando resucitar a los dioses
y las ninfas que yo mismo acuchillé
con esquirlas de cinismo y desencanto.
Ver flores bailar entre las cenizas nucleares,
deshacerme en el ciclo de otra carne,
creer que soy un átomo retornando al origen,
libre del drama de ser algo existente.
El amor es el suicidio más lógico,
terapia para la enfermedad del Uno.
No creo en remedios para el castigo
de la conciencia, pero sí en la mano
que me acaricia el pelo mientras vomito
intoxicado de mí mismo: sobredosis.
Tu hilo me da esperanza en este laberinto
aunque al final espera el Minotauro que soy Yo.
Me arrojo contra las máscaras en busca de un alma,
un espejo donde de las cicatrices sean semillas
manando vida y no palabras vacías, fantasmas.
Vida como impulso, rabo de lagartija
que danza seccionado en trance y
habla con deidades no tangibles
más sabias que tantísimos manuales.
Estoy solo en el Universo si solo
sé que soy Yo mismo.
Confío en que hables un idioma
tan suave como para engañarme fuerte
y ser el oxígeno que pudra esta cadena
en las puertas del más allá.
Para qué investigar, pudiendo crear.
Para qué morir sin más,
pudiendo encontrar
una forma hermosa de autodestruirse