P. ABUELA
¿Abuela, cómo se cuida a un pájaro?
Tú que siempre has sido de alas, abuela,
¿Cómo se le abre la boca a un gorrión pequeño para que coma?
¿Debo tapar su jaula temporal con una manta por las noches?
Así, como recuerdo que tú hacías.
¿Abuela, por qué siempre tuviste pájaros en tu casa?
¿Era por el canto que vuela por las paredes?
¿Por eso se iluminaba tu sonrisa en el patio
cuando les saludabas por la mañana?
¿Abuela, cómo se entiende a un pájaro?
¿Hay que entender a los pájaros?
No tengo fotografías mentales de que los llevaras al hombro,
Ni les enseñaras a volar,
Pero eso sí, con qué dulzura les hablabas,
Con qué arte manipulabas la acción cotidiana de vivirlos.
Abuela, cómo puede ser que sea hasta ahora que te lo pregunte,
¿Cómo se quiere a un pájaro abuela?
¿Cómo se le abraza sin aplastarlo?
¿Cómo se le lleva a pasear por las calles de Madrid?
¿Estoy exagerando?
¿Abuela cómo elegiste los nombres de tus aves?
Siete, se llama Siete,
Y tiene unas ganas inmensas de aprender a volar abuela,
Pero no sé,
Tengo miedo de que no quiera irse,
De que se instale en mi cuerpo
Haciendo una alquimia justa,
Necesaria para mi esencia y…
Tengo miedo abuela,
De que Siete no quiera irse,
De abrirle la jaula,
Tomarlo entre mis manos,
Y ser yo quien salga pájaro
hacia la cordillera de los andes,
hacia Tlacotalpan o Valparaíso,
a Granada de vuelta,
a la infancia en Distrito Federal,
al Quisco de piedras regalo,
de playa invernal,
o a tu casa abuela,
en la calle piña,
para meterme en alguna jaula guardada en el almacén,
comenzar a cantar muy fuerte,
despertarte entre los muertos hecha un tótem gorrión,
un oráculo canario,
y allí entonces, quedarnos,
con las puertas abiertas,
la jaula es lo de menos,
quedarnos a bailar la danza de la música,
con sonrisa, alas, vida y melodías.
E. LA BOMBA
Vengo a dejar una bomba,
a regalárselas a todos,
pueden activarla cuando quieran,
intentar destruirla antes de que lo haga con vosotros
o simplemente entender su metáfora,
su idea,
su misión insospechada,
su locura de manzana fabricada.
También llevo puesto un chaleco con explosivos,
mejor no acercarse,
no abrazarme no besarme,
quizás sólo observar mi poema roto,
desintegrado,
de guerra,
antes de que salgamos volando por las ventanas
y sin ungüento en nuestras memorias.
He dejado para todos un botón rojo en sus bolsillos,
por si alguien decide acabar con este invento de un momento a otro,
porque ha eso he venido,
a que gritemos de espanto antes de enfrentarnos con la muerte.
He venido a sembrar una bomba,
para que crezca en vuestros corazones,
redonda,
gorda,
jugosa,
la traigo envuelta entre mis piernas,
y tiene miedo,
más miedo a explotar que a desaparecernos.
La he traído hasta aquí después de cargarla por mucho tiempo,
de construirla,
de herirla de tiempo,
de destino,
de humanidad,
finalmente ella ha entendido y por eso hemos venido,
para acabar con todo de una buena vez,
oprimid el botón,
yo abriré mi chaleco,
romperé mi pecho,
desgarraré el silencio,
abriré mis piernas,
y volaré,
mientras se siembra,
lenta pero asesina,
la bomba de la poesía.
Acoyani Guzmán